martes, 5 de agosto de 2014

En el jardín de los recuerdos


Aurora Dimaggio una joven de 22 años, preciosa, hija mayor de un afamado psiquiatra de Sidney y su amada esposa, el orgullo de sus padres y hermanita, hubiera tenido un gran futuro en el mundo publicitario de no ser por un intento de suicidio 3 meses atrás. Por el otro lado tenemos a Daniel Peterson un joven psiquiatra de Melbourne, nuevo en la ciudad y el doctor de Aurora.


Las sesiones entre los dos eran monótonas, siempre en la habitación de Aurora, en los tres meses que llevaba de tratamiento eran rara vez sonreía y nunca la había escuchado reír, extraño para un médico querer obtener eso de una paciente, pero Daniel sentía que Aurora era especial, por lo que esta vez decidió hacer algo distinto.


-Buenos días Aurora – dijo Daniel entrando en la habitación, con un tono lo más profesional posible tratando de ocultar su excitación por la idea que tuvo hace unos momentos.


-Buenos días Dr. Per… digo Daniel – respondió Aurora con educación, él la había notado algo taciturna ese día


-Eeee Aurora – dijo Daniel un poco dubitativo, Aurora parecía ensimismada en sus pensamientos - que te parece si hacemos hoy algo distinto con nuestra terapia – ella lo miraba expectante – la sesión la realizaremos en los jardines ¿ya los conoces? Claro se me olvidaba, tú creciste aquí, pero ¿Qué te parece? – El doctor Dimaggio además de ser el padre de Aurora, también era el dueño de la clínica donde se encontraba recluida, fue el mismo Dimaggio quien trajo a Daniel a la clínica ya que todo el personal del lugar estaba demasiado implicado con ella.


-Por mi está bien, claro que si Daniel, cualquier cosa por tomar algo de sol, además el jardín es mi lugar favorito en todo el hospital, tiene algo mágico – su mirada cambio por completo, sus ojos brillaron al momento de escuchar que saldrían de la habitación.


-¡Esa es mi chica! – cometo Daniel sin darse cuenta, “¿qué me está pasando?”, pero al instante se corrigió y tomando una postura más profesional la guio hacia el exterior.


Aurora le dio una sonrisa, de esas que iluminaban todo a su paso, él la había llamado su chica, cuan genial puede ser eso ¡su chica!, hacía tiempo que alguien la llamaba de esa manera. Ahora fue Daniel quien se quedó sin habla, sin duda Aurora era la mujer más bella que alguna vez haya tenido la suerte de conocer, encantado le devolvió la sonrisa y se propuso hacerla sonreír más a menudo.


Una vez en los jardines, Aurora se sentía dichosa, ese era su lugar feliz, cada vez que le ocurría algo que la pusiera triste siempre recurría a ese lugar, no sabía mucho de flores, en realidad no sabía nada a cerca de ellas, aparte de reconocer como eran las rosas o las orquídeas, que eran sus favoritas, pero en el jardín no las cultivaban, aunque no por eso dejaba de ser hermoso, habían flores de todos los colores y formas, también habían arboles como ciruelos, mamoncillos y mangos, el lugar era realmente mágico, el paraíso en la tierra para Aurora. En la mitad del jardín una fuente hecha de piedras siempre lograba robar la atención de Aurora, “preciosa” pensaba cada vez que sus ojos se posaban en ella, acto seguido se sentó en el borde de esta y comenzó a jugar con el agua, Daniel la siguió y se ubicó a su lado.


-Y bueno ¿Qué te parece? – pregunto Daniel señalando el jardín haciendo un gesto con las manos.


-Es hermoso!!! Me encanta, este es mi lugar favorito en el mundo, es realmente maravilloso ¿no crees?


-Si pienso lo mismo – contesto Daniel observando como ella jugaba con el agua que brotaba de las piedras.


Acomodándose para poder mirar Daniel a la cara, Aurora nunca se cansaba de mirarlo, le pregunto:


-Entonces Daniel ¿de qué quieres que hablemos hoy?


-Ummmm – con un dedo en su mentón Daniel parecía pensativo, pero en realidad estaba sorprendido por el estado de ánimo de Aurora – que tal si me cuentas un poco a cerca de tu infancia, ¿Cómo fue?


-Te lo cuento si primero me atrapas – ese jardín siempre sacaba lo mejor de ella – y entonces ¿Qué esperas? – dijo ella corriendo hacia el prado.


-¿estás hablando enserio? – Daniel estaba muerto de la risa, tenía a la mujer más bella de todas pidiéndole que la agarrara, Daniel no se hizo de rogar y por primera vez en su vida dejo de pensar y se dejó llevar por la corriente.


-Daniel te estas demorando – dijo taconeando y señalando un reloj imaginario en su muñeca izquierda – recuerda solo tenemos una hora – Aurora no paraba de reír, estaba en su lugar feliz y con un hombre que la hacía sentir feliz, aunque no se lo demostrara hasta ese día.


Solo le tomo dos segundos encontrarla, Daniel era atlético y muy ágil a la hora de correr, cuando llego a ella, las leyes de la gravedad hicieron de lo suyo y cayeron de bruces, como estaban en una colina rodaron a lo largo de ella, cuando llegaron a suelo plano Daniel se encontraba encima de ella.


-Te encontré! – dijo Daniel con la respiración un poco entrecortada, estaban cara a cara, “demonios es preciosa”, Aurora tenía el cabello esparcido en la grama alrededor de ella y las mejillas rojas.


-Me encontraste – respondió ella en un susurro, se sentía en las nubes, Daniel estaba mirándola fijamente con esos lindos ojos azules, él alternaba de sus ojos a su boca.


Daniel a pocos centímetros de su cara lo único que quería era besarla, sentir la textura de sus labios, saborearlos, saber qué color tomaban después de succionarlos. Daniel se encontraba en una pequeña discusión con sigo mismo al propio estilo del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en su caso, entre el Dr. Peterson quien quería apoderar de la situación, alejarse y seguir con su trabajo y el Daniel joven y pasional que llevaba años enjaulado aquel quien todo su cuerpo le pedía besarla, Daniel en ese momento la deseaba con locura, pero al final gano su parte profesional.


Creo que me debes una historia – dijo separándose de ella.

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